martes, 16 de febrero de 2010
Transfuguismo en el país de los ciegos.
El transfuguismo es comentado por seis analistas políticos en Domingo, con resultados desoladores, a juicio mi modesta persona. Hace tiempo que vengo insistiendo en que la mayor fuente de transfuguismo es el nefasto voto preferencial
No soy el único en sostener que el voto preferencial erosiona a los partidos políticos (Tuesta,Jiménez Borra, López, entre otros).
Pero nuestros entrevistados dan diversidad de razones por las cuales creen que se produce el transfuguismo, sin mencionar, ni por asomo, la que, a nuestro juicio, es la fundamental.
Creo que el transfuguismo ocurre porque el sistema de representación política está desmantelado. Luego de más de 30 años de voto preferencial (sistema de inspiración neoliberal que ha demostrado ser adictivo y engañoso), los operadores de la política ya encontraron la forma perfecta de aprovecharlo: constituirse en concesionarios de franquicias (vientres de alquiler, se les llama) cuyos cupos se subastan en el mercado. Con el dinero obtenido de la subasta, los operadores (un cogollo, cuanto más estrecho mejor, que tiene en su poder la representación legal ante la ONPE) financian su propia campaña electoral, y pueden ingresar (aunque no es seguro) al Congreso. Pero para ellos, aunque no entren al Congreso, administrar la franquicia electoral es un negocio.
Con este sistema, los que entran al Congreso son, en gran parte, gente con plata (ergo, empresarios o mafiosos) que busca defender sus intereses estrictamente personales. Ejemplos: dueños de universidades de provincias, empresarios del transporte, delincuentes que quieren alcanzar la inmunidad para eludir la justicia. Gastan un pequeño dineral en la campaña, movilizan a su propia clientela, (clientes comerciales, proveedores de sus empresas, etc., que votarán por ellos con la esperanza de que sus negocios mejoren). Con obtener unos 4 o 5 mil votos les basta para ingresar al congreso, por obra de la cifra repartidora, como veremos en el siguiente párrafo.
Una parte menor de los que resultan electos está constituida por los figurones, sean políticos muy conocidos o personalidades de la farándula, que son los pocos a quienes el electorado conoce y por quienes puede votar, no por estar vinculado a ellos por intereses mezquinos, como en el caso anterior, sino por simpatía. Por desgracia, en las listas, los operadores de las franquicias se cuidan de no incluir más de 5 o 6 de estos figurones, los suficientes para “adornar” la lista y hacerla llamativa. Los figurones, cuando llegan a concentrar en ellos una gran cantidad de votos, funcionan como locomotoras de arrastre, por obra de la cifra repartidora, y, jalados por ellos, entran al Congreso una buena cantidad de los pillos o ilustres desconocidos que conforman en destacamento mencionado en el párrafo anterior.
El figurón mayor, por cierto, es el candidato a presidente, como lo fue Toledo para Barba, en 1995, y lo es ahora Bayly, para el mismo personaje.
Finalmente, están los líderes populares, dirigentes de ornagizaciones o sindicatos, que logran ingresar con mucho esfuerzo y sacrificio, pero que, dada la debilidad de los partidos a los que pertenecen, también, luego de un tiempo, empiezan a desarrollar un juego propio y personal (ej: Risco), y tal vez terminen como tránsfugas.
Pero el aspecto más pernicioso del voto preferencial está en el hecho de que priva a los partidos del poder de decidir el orden de lista según el cual van a ser elegidos sus militantes. De nada sirve a quien quiera hacer carrera política (aspiración perfectamente legítima) militar durante años en un partido y ser leal a su ideario, y gracias a ese trabajo abnegado obtener un puesto preferente en la lista de candidatos. Da exactamente lo mismo obtener el puesto número uno, que el 56 o el 120, porque será el voto preferencial el que decida, no el partido. Por consiguiente, ¿qué sentido tiene la militancia partidaria, para quien quiera dedicarse a la política? Bueno, la militancia solo tiene sentido si perteneces al estrecho cogollo de los que se han adueñado de la representacion legal, 4 o 5 personas, cuando más, que manejan la subasta y se reparten los ingresos.
Esas son las reglas reales del juego político actual. Reglas que están dictadas por la ley. Y se han obtenido los resultados que esas reglas producen, como no cabía esperar otra cosa. Y ante esos resultados, algunos intelectuales se sorprenden, se mesan los cabellos y se preguntan, alarmados, qué está pasando. Y como buenos idealistas, piensan, por ejemplo, que esto se debe a la “decadencia de las ideologías” o cosas parecidas. Dicen que los partidos deberían fortalecer la formación de sus militantes en valores, y lo mismo habría que hacer en las escuelas y en las universidades, para poner coto a este desvergonzado transfuguismo.
Si a un muchacho que va a ingresar a jugar un partido de futbol le inculcáramos valores como, por ejemplo: “no quites la pelota a otro jugador, pídela educadamente”, luego de un rato regresaría a decirnos que le resulta imposible aplicar esos hermosos valores, que tanto aprecia, porque LAS REGLAS DEL JUEGO SON OTRAS.
lunes, 1 de febrero de 2010
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